¡Acuérdate! -me dijo
y yo rezongué: "no me interesa",
"tú puedes sin mí", "no te necesito".
Así pues me decidí y me alejé,
sin volver la vista atrás
sin saber que no lo volvería a ver sonreír
Ese mismo día, antes del atardecer
se me subió a la cabeza
y ahí se quedó, se acomodó
Me llené de soberbia
Mi yo honesto nunca volvió.