Al final de un día largo y penoso
Cuando la tarde declina dorada,
Con las plácidas luces engalanada,
Me acecha un pensamiento ansioso...
El que sólo de tres voces cortas consiste,
El que clama, sonoro, “¿qué será después?”
- La cuestión eviterna de gran interés –
¿Qué habrá? – preguntando el alma insiste.
Esta pregunta tan breve como horrible
Repetida mil veces y no respondida ni una,
En los saberes terrestres temible laguna,
Me excita el miedo inextinguible...
¿Qué será después de la muerte? –
El turbado espíritu inquiere –
Y la mente, medrosa, infiere:
¡Áurea tarde, no volveré ya a verte!
¡Qué horrendo resulta pensar en aquello,
Que el tránsito dicta la grave sentencia
De la terrorífica inexistencia
Poniendo al “NO” su inerte y lívido sello!
Empero, al “no” otro “no” esperando,
Yo quiero que almas de veras existan
Y tras la partida vivientes persistan
Beatas, a su creador alabando.