Caminando por la playa
larga de la vida,
esquivando piedras
y evitando así en mis pies,
que se abran las heridas;
te vi a lo lejos, caída.
Tenías grandes agujeros,
parecías muy usada,
vieja red que algún pesquero
barco, tal vez, abandonara.
Creí eso, así pensé,
no sé porque no te dejé,
no sé porque sentimiento,
red misteriosa y conmigo
desde entonces te llevé.
Te tomé ese día en mis manos,
te recogí del suelo,
habías caído del cielo
y nadie te había alzado.
Del uso que tú tenías
recibí revelación:
servías para pescar los sueños
que por los aires habitan,
sueños errantes que excitan
nuestra imaginación;
esos sueños que son peces
del inmenso mar del alma,
por lo que, al buscar mi calma,
te usé a ti muchas veces.
Te eché una vez hace mucho,
en tiempo de mocedad,
para conquistar amores
y para tener un hogar;
mas los celos y la envidia
y el afán por las riquezas,
por tus grandes aberturas
cambiaron mi realidad.
Después vinieron los días
esos que nunca terminan,
en los que por más que se anda
no se va a ninguna parte;
en los que ni ciencia ni arte
nos traen la explicación
de la sinrazón que muerde
nuestro propio corazón.
Las penas que me acosaron
me abatieron sin piedad;
Dios, que sabe la verdad
y que fue mi compañero,
es fiel testigo que quiero,
pronto, volverte a usar.
Red atrapadora de nubes,
red cazadora de vientos,
por tus espacios abiertos
por el cuchillo del tiempo,
se me escaparon los sueños
y no los pude guardar;
tal vez ya sea muy tarde
para volverte a arrojar.
Los sueños son alto techo
difíciles de alcanzar;
... muchos años he ocupado
en tantos vanos intentos,
mas, otra vez, por las dudas,
red cazadora de sueños,
¡hacia las nubes, te echo!