Marchan los días de invierno
cortos, tristes y lluviosos
y dan paso a otros distintos
más largos y calurosos.
Los abrigos y bufandas
y los botines de pelo,
poco a poco, sustituimos
por satén y terciopelo.
Coloridos en las ropas,
flores que adornan los árboles,
los deportes se retoman,
la gente vuelve a las calles.
El aletargo se acaba,
la luz del Sol nos anima,
es hora de hacer limpieza
en nuestras casas y vidas.
Si el invierno es apagado,
la primavera es activa
y desde niños a ancianos
disfrutan de romerías.
De romerías y fiestas,
para todo, gustos hay,
la primavera te inquieta,
y te hace ver lo que no hay.
Porque la sangre se altera,
los ojos, lucidez pierden
y lo que parece que ves
sigue del color de siempre.
Pero resulta agradable
ese estado de inconsciencia
donde el Sol brilla y nos borra
nuestra mirada más seria.