Tramonta lento el sol.
Sigiloso se esconde en mi piel mientras me arrulla el ulular del viento.
Tímida se asoman las estrellas al horizonte, cobran fuerza mientras se hace presente la noche.
El canto de los pájaros cesa en la medida que el naranja-rojizo se difumina en la distancia.
Con delicadeza y elegancia las tinieblas se van acomodando por doquier.
Mi lúcida mirada otea lejano. No pierde detalle de cuanto le rodea.
Agradecido a la vida por un día que termina, dándome la oportunidad del reposo.
La luna, con su mirada de plata, parece sonreírme. También ella tímida se abre paso con discreta prudencia en el paisaje de un día agonizante.
Las creaturas nocturnas se despiertan mientras avanzan las sombras. Comienzan a entonar sus cantos enigmáticos.
Aroma a flores silvestres, a tierra mojada, a hierva fresca fluctúa en el aura.
Sensación indescriptible de sosiego invade mi alma.
Todo tiene su puesto en este atardecer mágico, en donde me siento uno con el universo.
Agradezco todo lo recibido, todo lo vivido, también por la piedra que encontré en el camino, la cual me hizo descubrir mi potencial, mi fuerza, dando a mi vida sentido.
Acogeré el momento. Tomaré la rosa mientras pueda. Veloz pasa el tiempo, vuela. La misma flor que hoy admiro, mañana estará muerta.