Me vi de repente rodeado de negros,
todos vestidos de Domingo,
yo al negro, del blanco distingo,
pero con el alma de ambos, me alegro.
Fui a aquella iglesia a oír su misa,
a los sones del himno de la Alegría
un coro llenó el templo de vibrante melodía,
allí se vivía plenamente la fiesta sin prisa.
Llegó un momento en que me sentí extraño,
me vi como un curioso,
en una fiesta que no era mía.
Como recuerdo aquel rito glorioso,
no noté ni un solo gesto huraño,
en mi memoria dejó huella indeleble aquel día.