¡Y YO, QUE ORGULLOSAMENTE ME CREÍA HUMILDE...!
La Humildad es un galardón
que se lleva escondido en un abrigo
que se guarda en un bolsillo, cerca del corazón;
que se demuestra sin alardes, y en silencio, va contigo.
*
Está al reverso del galardón del Ego,
el cual, junto a la Soberbia, siempre posan,
siendo ambos los únicos y los primeros y, luego,
adulan a las almas de sus dueños, quienes los gozan.
*
A veces, mi Humildad, de mi bolsillo se me escapa
e intenta mostrarse a mi alrededor, flotando,
haciendo alarde, como quien un premio atrapa;
como quien, al final, al Ego anda buscando.
*
Ambos, son distintos reflejos
de una misma y personal medalla,
pero, ambos, son adversarios viejos
que por siglos combaten la misma batalla.
*
Quien hace alarde de que una sincera Humildad posee
se disfraza de cordero con vestido de Ego, apenas lo dice;
pero con plumaje de pavo real un fiel reflejo provee
e imagen de cordero con ego, refleja y contradice.
*
Y yo, que orgullosamente me creía humilde,
escribo en mi honor y me doy cuenta con este poema,
que estoy poniendo sobre mi Ego este acento, esta tilde,
y al que, todavía, llevo conmigo, luciéndolo como si fuera una gema.
*
En un alma sincera -como el fondo del mar cuya virtud es ser
frío abismo, profundo, silencioso, oscuro, sereno, insondable-
esta notable Falta de Humildad, supongo, no debería aparecer,
como aparece el Ego en quien solo existe intentando ser memorable.
*
Eduardo Faucheux
26-05-2016