¿Te puedo llamar?- me preguntaste.
Llámame con tus versos de amor
con tu respiración agitada,
llámame con tus caricias,
llámame... aún con tu silencio,
con aquel canto que todavía no me cantas
con la tibieza en tus manos creciendo
con el labio con el beso
con el día de sol tierno,
con tus ecos embriagados de almizcles
en esta inconsolable lejanía,
con tu voz goteando ternuras.
Llámame... yo espero entre agitados vientos.