Hoy amaneciste en mis brazos,
no te diste cuenta.
Tu alma dormía y tus párpados cerrados,
como los cierra una niña.
Así, pequeña y frágil te besé.
Sonreí, no quise despertarte.
Así, dormida, como estabas,
yo quise amarte.
Mis ojos contemplaban
la blancura de tu tez
y una leve sonrisa
se dibujaba en tus labios de miel...
y tuve sed.
Para no interrumpir tus sueños,
sorbí de tus labios la miel,
gota a gota, con pequeños besos
que solamente terminaban
en roces que te acariciaron
y soltaste un suspiro.
Luego me di cuenta lo mala que eres:
Para provocarme, te hacías la dormida.
Alma Erótica
José Luis Agurto Zepeda
Managua, Nicaragua
27 de mayo de 2016