Muy dentro de San Felipe, en Yaracuy, germina la Ciudad de Independencia, floreciendo como pueblo noble y emprendedor. Al estudiar su genética, es insoslayable besar el ser histórico territorial de la capital yaracuyana.
El compromiso que se siente por la patria chica, la Independencia de San Rafael Arcángel y de Cruz Ramón Galíndez, en la medida que se hurga, es que se sabe más de sus entrañas libertarias; y que en ese intento permanente de indagación en el tiempo y el espacio por conocerla hondamente, el amor hacia su entidad es mayor.
Una pasión incesante por darle la mano a su pasado heroico, que está inmerso en las veredas casi invisibles del San Felipe de siempre… Atreverse a investigar la historia de Independencia es escudriñar el vientre bendito y feraz de San Felipe, utilizando manos sutiles y pinzas de hermandad, para extraer de su seno meloso su especificidad, su identidad y su caracterización cronoespacial.
Optar escribir su épico nacimiento, y su lírica trayectoria histórica, es caminar adentro los surcos sanfelipeños de su tierra de origen, de donde emanan risas y llantos, odas y prosas, que describen a un pueblo empecinado en triunfar.
El reto de pincelarla es necesario porque la historia de Independencia está escondida en lo más recóndito de San Felipe, y al tratar de descubrirla hay que develar su alma sin ajar su esencia.
San Felipe e Independencia abrazadas en el espacio temporal, en sus caminos polvorientos, encarnan la psico-historia de Yaracuy, su visión identidaria, que con tambores, cuatros, guitarras y bailes, serenatean el surrealismo que con orgullo entona su pueblo, a las damas de su fértil valle.