Tú eres aliento en mis oídos,
viento fresco y claro aroma
rumor limpio de la hierba
pues en tí anida la vida.
Eres la energía, la roca oculta,
llama ardiente que se entrega.
Luz de estrellas y claro pétalo
de una flor que asoma
sobre densa selva...
Fiel raíz del tallo que me afirma;
gozo en suelos de altas cumbres.
Firmeza única de arpa indómita
que un día talló todo en nuestro mundo.
Como vaso saciando la sed del huerto
en un laberinto de días y noches
entrelazados, llegas cobijando pájaros.
Cruzo el puente que te une a mi casa
para escuchar tu delgada voz.
Respondo: Escoge lo que tengo,
insignificante como es.
Has llegado al final de tu entrega
por el hambre insaciable de los hombres.
En medio del golpeteo de tus alas rotas,
con el estruendo de tus crecidos ríos
y el fuego, otra vez el fuego
incéndialo todo, acaba los vestigios...
¡Pero no te dejes caer...!