El silencio lo envuelve todo.
Me dejo llevar por el momento.
Cierro mis ojos, aspiro y espiro. Vacío lo más que puedo mis pulmones y los lleno de nuevo.
En la quietud puedo escuchar los latidos de mi corazón.
Puedo oler la tierra mojada después de la tormenta. El perfume de la primavera.
Una suave melodía se hace presente. La armonía que producen el canto de los grillos, las aves, las cigarras, el viento. Sonido inconfundible de madre natura.
Una temperatura agradable, acogedora diría. Que invita al recogimiento.
Un momento agradable, íntimo. Entrar en contacto con lo profundo, sin temor a lo que se siente.
Me interrogo: ¿Qué sientes? ¿Qué sentimientos te embargan en este momento?
Tranquilidad ante todo. Esa tranquilidad, esa paz que se siente cuando has tomado una decisión correcta después de un serio discernimiento. No hay conflicto interno.
Confianza en mí mismo. Sentir que estoy tomando mi vida en mis manos. Que puedo lograr lo que deseo. Que tengo muchos instrumentos en mis manos dispuestos a ser utilizados.
Temor, sí temor a enfrentar algo nuevo. El temor a lo desconocido. Dejar tantas seguridades y enfrentar el mundo en forma diferente.
Impaciencia. Quiero que todo pase ya. Enfrentar lo que advenga con cordura. Esa impaciencia que se siente antes de emprender un largo viaje. Un hormigueo en la boca del estómago. Un escalofrío que recorre la columna vertebral.
Fluir, solo fluir. Sentir solo sentir. Ser solo ser. Estar solo estar en el momento presente. Todo es posible. Cree en ti, en tus capacidades. Eres un ser del universo creado para la felicidad, para volar alto, extender tus alas por parajes lejanos. No mires atrás, ve. Confía, solo confía….
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