Veo humildes y luminosas las margaritas,
vigorosas renacíendo en un descampado,
ajenas a lo que allí está enterrado,
humanos o animales, cumplen con sus citas.
Esta tarde de clamorosa primavera,
ya el sol en estas soledades reina,
y una brisa fresca los álamos peina,
como consuelo del estío, la caída de la hoja
mi alma espera.
Deseo que esta paz sea rumorosa,
y que el mirlo despierte,
de este silencio prolongado.
Que el campo se llene de doradas mimosas,
ya el secreto manantial el agua vierte,
con rumor de adagio casi callado.