De las entrañas de San Felipe provenimos, y en su espacio terrenal nacimos, siempre adscrito a su geo-historia. Desde los censos agrícolas del Siglo XVIII, ya existían Mampostal y Tamanavare, lugares emblemáticos d lo que hoy somos como pueblo. La Real Compañía Guipuzcoana de Venezuela en ese entonces delimita los linderos de la Ciudad de San Felipe, ubicándola entre el Río Yurubí y los caminos de La Negrita y las Tres Quebradas, pueblos semillas que con su actividad agropecuaria contribuyeron con el progreso de la capital de Yaracuy y la organización del municipio Independencia.
En la dialéctica histórica de Yaracuy, San Felipe e Independencia van de la mano para enaltecer un destino fraterno y subsidiario. Una historia y una geografía común refrendaron la partida de nacimiento de dos pueblos unidos por un romance íntegro y digno, al mejor estilo del amor que bendice a las familias de una sociedad. Un hecho trágico sirvió de enlace eterno entre ambas poblaciones. El luto que cundió a San Felipe, a raíz del terremoto del 26 de marzo de 1812, vistió de nostalgia y porvenir la nueva vida de un lugar conocido como La Sabana.
Un lúgubre atardecer el movimiento telúrico destruyó una de las ciudades más pujantes de la Venezuela de entonces, San Felipe, y obligó a hombres y mujeres, niños y niñas, ilesos y heridos, a trasladarse hacia La Sabana, actualmente Independencia, para que aquel espacio le sirviera de cobijo y socorro. Con pesar, lágrimas y sollozos, los y las sobrevivientes abandonaron su amado vecindario lastimado y demolido por las fuerzas de la naturaleza, dejando en sus escombros familiares, amistades e ilustres personalidades fenecidas; y sus recuerdos, memorias, logros y pertenencias. Así comenzó, con pesadumbre y compasión, la organización de este esperanzador terruño, el cual expresó desde sus orígenes una entidad local con aires prospectivos de identidad propia. Con reverencia, consideración y consternación La Sabana recibió la población proveniente de San Felipe, y así dio sus primeros pasos como alternativa pueblerina hasta que se convirtió en una realidad habitacional de largo alcance, al punto de ser hoy \"Independencia\" una pujante ciudad. En esa escabrosa oportunidad, La Sabana, gallarda, soberbia y solidaria, abrió sus brazos a los vestigios de San Felipe, para iniciar desde sus lóbregas entrañas su vuelo indetenible hacia un futuro mejor. El tesón y el sacrificio prevalecieron en una población dispuesta a adecuar el nuevo territorio a los intereses de seres humanos con vocación citadina, y que como tales manifestaron una visión organizacional para fundar una ciudad. En medio de una tragedia emergió, pues, Independencia, con gente calificada y dispuesta con su trabajo a fecundar una colectividad que albergara a sus familias, lo que permitió un paulatino y sostenido crecimiento demográfico.
En 1946 el Concejo Municipal del Cantón de San Felipe aprobó el Reglamento de Ejidos y declaró los terrenos de La Sabana su propiedad ejidal, lo que le permitió a este caserío establecer un territorio expedito para avanzar en su autonomía, y promover así una distribución de la tierra de acuerdo a las motivaciones y necesidades de la comunidad. En 1850, La Sabana pasa a denominarse Parroquia Civil Independencia, mediante decreto provincial de la Diputación de Barquisimeto. Nacimos en el marco de un terremoto pero luego la paz y la serenidad de un pueblo nos atrapó para convertirnos en una zona de hermandad, identidad y prosperidad.