En aquella primavera
una flor tenía cuatro botones
y una lluvia traicionera
no dejó que florecieran.
De verdad muy triste era
verlos debatirse por su vida
como sí la primavera florecida
no les perteneciera.
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Cuatro capullos inocentes
que tras su bella formación
la vida de cercenó de repente
su derecho a floración.
Aquella triste ocasión
fue muy dura para el jardín
que los vio sucumbir
y masticó su dolor.
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Los cuatro capullitos
dejaron a la blanca flor
con un dolor infinito
alojado en su corazón.
Capullos que cual bendición
perfumaron brevemente
dejando así para siempre
su aroma de dulce canción.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela