Sutil efervescencia tenerte,
a milímetros exactos,
casi incalculables,
suceptibles a cada deseo,
testigos mudos de un lenguaje nuevo.
Es odioso el reloj y sus balbuceos
con un certero tic tac endemoniado,
que me condena a tener
y no tener
tu exquisito pestañeo,
que me esclaviza...
Me condena.
Ay amor!
Ojala se marchitaran los centimetros,
y se desvanecieran los tic tac,
para entonces
poder conjugarte eternamente.