La vehemencia de un pueblo sumergido
en las entrañas de su tierra, Yaracuy,
en la hermandad de su patria, San Felipe,
en los aires libertadores de Caracas,
en las brisas provinciales de Carabobo,
en las rapsodias cautivadoras
de la crepuscular Ciudad de Barquisimeto,
y en los encantos del Estado Lara;
trasciende y coloca su afán autonómico,
incesante, perseverante y autentico,
en el norte de sus sueños.
Es Independencia la ciudad del color,
que haciéndole gala a su nombre,
a su ser, tolerancia e investidura,
galopa al son de la libertad
y al ritmo de su propio albedrío,
que pincela siempre su identidad.
Luce este pueblo indomable,
imparable en su larga cabalgata
por capturar su autodeterminación,
el canto guerrero emancipador,
que emana de la diversidad
y el pluralismo cultural,
haciendo nombre propio,
bendecido por Dios
y ofrendado por su población.
Fruto de la heterogeneidad,
de contradicciones y vehemencias,
este noble y bravo pueblo,
levanta la bandera de la unidad,
enamorando el futuro
y avizorando la lealtad.
Así es Independencia,
pueblerina y celestial,
anda dando pasos atinados
para fortalecer con trabajo
su desarrollo local.
Orgullo de Yaracuy,
de su himno estadal,
con Abdón Rámirez,
y su orquesta magistral,
entona con su batuta
el cantar primaveral.