Al recorrer con mi mirada y contemplar cada espacio de tu paisaje
se me va el sol, la sombra, la luna y el elixir
me siento eclipsado y cabalgo sobre un loco arco iris
al fin de mis percepciones nuevas.
Intento tocarte o robarte una caricia,
te desvaneces en perfumes terrenales,
te confundes con las rosas, lirios y colibríes ayer soñados,
te pierdes como mariposa naciente en un paraíso erótico antes creado.
Construiré un barco fantasma que lleve tu nombre,
decorado de maíz y frutas verdes,
tu olor, tu vida e historia impregnados en las velas.
Tu vives en el jardín prohibido,
con flores tiernas y pétalos en retoño,
fuentes de agua y energía.
En el centro tilos y cipreses.
fuera de ese jardín,
crece un árbol gigante como sus sueños,
ofrece abrigo y frutos,
obliga a pasar el sol a instantes necesarios,
te cobija cuando estas triste y
te complace y se doblega cuando buscas pasión.
Pido al Dios del tiempo,
espacio, la luz y movimiento,
largos días llenos de sol y sombra cálida,
al viento bailando
al ritmo de las colores y hojas,
la fuerza del mar,
el vaivén de las copas de los árboles,
tú retorciéndote y contorneando tus lados de miel y caramelo,
la luz jugando con tu cabello y figura.
Al final me digo: hueles muy rico,
sabes a mango maduro,
busco el lugar más amplio del planeta “anhelo”,
juego con tus ilusiones, sueños húmedos, curvas, sustancia y materia,
no para siempre, solo por un instante largo
y un suspiro infinito corto.
Por Walter Trujillo Moreno, Junio 2016, poema dedicado a Eli y su barca de alegría