Como inquieta y tierna abeja
en mi cuarto tu volabas
y en mis labios me dejabas
tu agradable miel bermeja.
El aguijón de tus besos
no dolía, me embriagaba,
y en extasís me dejaba
disfrutando tus excesos.
Tu vuelo cual dulce arpegio
mis oídos embargaba
y mi alma inquieta quedaba
apresada en sortilegio.
Y de tu cuerpo aspirando
suave olor de extrañas flores
extasiado en sus olores
dormido me iba quedando.
Y cuando me despertaba
besaba otra vez tu frente
y con tu cuerpo caliente
con pasión me cobijaba.
Todavía siento impreso
en mi cuerpo tu perfume,
mi pobre alma se consume
esperando tu regreso.
Mis noches se hacen eternas
porque no estás a mi lado,
y siento desesperado
en mi piel tus manos tiernas
Autor: Aníbal Rodríguez.