Necesito un amor,
uno de madrugada para bailar al vals,
uno en la tarde para leer extensas y antiquísimas poesías,
uno en las noches para embriagar mis pasiones desoladas.
Necesito un amor,
uno que sepa a vinotinto por las madrugadas,
o sea un delicioso pastel de fresa por la tarde,
pero sería preferible que sepa a néctar por las noches.
Necesito un amor,
que por las madrugadas me saque a pasear largos tramos de playa,
que por las tardes me haga tomar largas y cálidas siestas
y por la noche librar largas y briagas conversaciones.
Necesito un amor,
un amor a la una,
un amor a las cuatro
o un amor a las ocho.
Necesito un amor,
que las madrugadas cure mi alma,
en las tardes sanee mis deudas con la conciencia
y en las noches arañe mi espalda con pasión.
Necesito un amor,
solo eso, no creo pedir más.
Necesito una amor,
no importa si es de mostrador o de mercado,
lo único que necesito es un amor.
Sérdna Gómez, el poeta con gafas