Santiago Miranda

Cuando el espacio es un lugar agonizante

 

I

 

Aquí
se acarician las llagas, se lamen las heridas
vástagos borbotonados de estéril calor
Y pálida la mano de trémula doncella fría
que besan las yemas de invisibles días. Ocultáronse
tras la fuente de la luz; la belleza
se esfumó de mi / tras un cigarro
como a Alicia una libre / saltó
y al saltar sobre tu madriguera
solo me entierré més adentro / de esta tierra
carnosa / de pecado / que se adhiere a mis células
con tu nombre nerviosas (grabadas por fuego)

 

Cuando el éxtasis se acaba a si mismo
y lo que queda es un cuerpo tremebundo
el oprobio de un cansancio sin esfuerzo
y un deleita sin aplazo, fue que nos fuimos lejos y no llegamos

 

II

En la casa de la luz

 

-Si quisieras entrar en ellas, hermana, amante, mujer mía
las ventanas de cristal revistirán los prístinos dinteles
bermejos que visten con tu mirada. desnudez, oh altiva
y sobria de los enamorados
sólo somos el aliento
de lo que fuimos
escupo divino de la nada
ahora que ambos estamos muertos
y la mortaja no oculta la vergüenza del delito
somos crimen y castigo, y perecimos por hielo del silencio estronado

 

¿Dónde el sol resolana, formando las ondas que no capturaron
por siglos de sigilosa distancia / como un beso transparente atravesando nuestros cuerpos
suspendidos en el aire
iridiscentes de mañana?
en la casa de la luz, habitaciones de lumbre y cigarra
el vapor es nuestro respiro
tigres de oro y rayos partidos
tú ves mi cuerpo estrepitoso y me preguntas;
¿qué hacemos muertos tras estas sábanas pardas?
¿nos acariciamos las llagas? ¿nos lamemos las heridas como perros?