Las farolas no quieren alumbrar
y la luna llora, porque murio
la que por las noches, le escribía poemas
desde su cama de cristal,
le salen lágrimas de pena, lágrimas amargas,
blancas como el coral,
la luna la vio tan bella que en los ojos la besó,
hoy la luna está de luto
y una música triste con frías notas mueren a la par,
porque se ha ha ido mi niña y luto quieren guardar.
Su cara era de virgen: sus finas manos de marfil,
las cruzó una Dama Pálida, que ha pasado por aquí,
Ya... su cara de cera se ve en la caja dormir.
Sus dulces poemas nos deja para recordar,
sus manos de virtudes llenas, en cuyo albor marfileño
dibujaban las finas venas una flor azul de ensueño.
¡Tristes pupilas vidriadas!
¡Muertas manos de marfil!
¡Con qué pena en sus tonadas,
llora el romance y la luna
los poemas de mi niña amada.
P.M. Pedro Monroy Gemio