Te perdiste, cuando ese cuerpo majadero y
desbocado galopaba con ansias de aventurero.
Yo sentí tu galope al trotar, por el suelo, medio
vivo, aún sin caerte. Y te sostuve como quien
levanta la muerte pidiendo luz. ¡Claro que te
sostuve! Si cuando me viste a tu lado, hacía rato
te había entregado, toda mi fiereza de animal
cerrero. Y te dejé dormido en blancos laureles
que abrirán mis oscuras noches, cuando quieras.