Esclavo soy de mis bajos instintos.
Encadenado estoy a mis bajas pasiones.
Dependo cada día de mis deseos insanos,
Que hay momentos ingratos que no puedo aguantarlos,
Y flagelo mi cuerpo y castigo mi carne,
Martirizo mi mente, torturo el pensamiento.
¡Ay! tormentos ingratos, cuanto daño me hacen.
Podría buscar culpables a mis malas acciones,
Mas eso sería injusto, pues yo soy el culpable
De aquello que percibo y de mis sensaciones.
Podría yo decir que la causa de mis males
Son esos bellos seres, seres angelicales,
Me refiero obviamente: a todas las mujeres.
Mujeres voluptuosas que hacen hervir mi sangre,
Que embotan mis sentidos, que encienden mis pasiones
Y hacen que en mi despierten los deseos de la carne.
Mujeres recatadas, las damas de mi tierra,
Cubren con sus vestidos sus formas bien torneadas
Pues bajo sus vestidos llevan las tentaciones
Y el rubor de sus rostros, las hacen mas deseadas
Y tras de su recato se asoman las pasiones.
Mujeres de mi tierra, ya lo dijo el poeta:
Tan llenas de recato desfilan por la calle.
La falda hasta el huesito, la blusa hasta la oreja.
Y el aire que es travieso, dibujando su talle.