Vi el féretro, ahí donde solía conversar conmigo,
no pude verte a la cara, ni lamentar.
Creo que no era nada de eso.
Un eterno silencio tomó la casa,
todo ahora parecía ser gris.
Los libros que me prestabas no eran lo mismo,
a pesar de que ahora eran míos (a petición tuya).
La vida es tan etérea,
un día escribes poesías
y el otro bailas en tu último respiro.
Aún recuerdo cuando los médicos no daban respuesta,
en primera instancia los culpe de tu ausencia.
En segunda y definitiva no culpe a nadie,
el tiempo es correcto solía decir alguien.
El poeta solía escribir que la vida es un sueño,
creo que soñaste bien y saltaste las estrellas,
quizá estés en el cielo leyendo, eso por lo correcto que eras.
Do, re, mi, fa, sol, la y si,
eso dijiste que tocará cuando emocionado tuve mi primera guitarra,
perfectamente lo recuerdo....
También recuerdo perfectamente la última vez que te vi,
no fue el último aliento tuyo, quizá no era fuerte para ello,
o quizá no querías que viera con nacientes ojos ese instante.
Frío el día fue que me dieron esas palabras,
quise ir a soñar y despertar después,
después de todo aquello que los demás llaman vida.
Los rezos dieron más señal de que no ibas a volver,
no quise llorar.... quizá no querías,
por eso no tuve lágrimas.
El silencio curó de a poco mi alma,
esos sitios callaron mis imaginarios llantos,
esos que acompañaban lecturas sin ti.
Trate de ser fuerte,
de no ver el peor momento,
no lloré, solo guarde silencio,
pero en realidad si faltaste y faltarás,
en ese cuarto, leyendo o rezando el rosario.
*** Dedicado a mi abuelo Aquileo Gómez***
Sérdna Gómez, el poeta con gafas