Aquí me encuentro.
Desgranando horas interminables y días eternos.
Perdiéndome en pensamientos y sentimientos varios.
Sopesando y valuando tanto posibilidades como capacidades.
Sorteando dificultades y soledades.
Aligerando el peso, la carga para hacer más ligero el camino.
Dando pequeños pasos mientras tejo el futuro.
Cuando se está por llegar a la cima, cuando faltan pocos metros para llegar, sobreviene el cansancio en forma particular. Te falta el aliento, la boca se seca, el corazón se acelera, las piernas te tiemblan, te duelen todos los músculos, se nubla el pensamiento. Lo peor es esa voz imperceptible que repite, una y otra vez: no lo lograrás, ¿qué sentido tiene?, regresa a la seguridad del valle, vas al encuentro del fracaso, serás la decepción de tantos, no sigas regresa….
Detenerse es el secreto. Mirar el horizonte. Respirar profundo.
Escuchar atento esa otra voz se hace presente, en lo más íntimo, que desgarra el cansancio y te dice: ¡ánimo! Descansa mas no te rindas. Falta poco. Lo lograrás. Voz que refuerza el deseo interno de seguir.
Seguiré, pase lo que pase, seguiré y llegaré a la cima. ¿Cuándo? No importa, seguiré a basta.
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