EN APUROS
La casa era muy bonita
Pero estaba un poco vieja.
Le faltaban muchas tejas
Pero estaba muy cerquita.
Y decidieron comprarla
Porque era más bien barata,
Aunque para hacerla grata
Había que reformarla.
Al cabo de unas semanas,
Y, de algunas discusiones,
Comenzaron las acciones
Aquella misma mañana,
Para tirar los tabiques,
Y hacer nueva instalación,
De agua y de calefacción,
Y le encargaron a Enrique,
Que les buscasen los gremios
Para empezar la reforma,
Marcando sólo una norma:
Que lo hiciera con apremio.
Y empezaron a montar,
Una vez hechos los planos,
Escaleras y rellanos
Para poder trabajar.
Y la casita, por fin,
Se llenó toda de obreros
De cemento, de largueros,
Y llenaron el jardín,
De ladrillos y de arena,
De picos, de carretillas,
De maderas y de chillas,
Vamos, todo hecho una pena.
Y transcurrieron los días
Y fue la obra adelante
Con un ritmo trepidante,
Como el caso requería.
Y aquel martes de mañana,
Juanita fue a visitar
La casa, por constatar,
Si, como dijo su hermana,
Aquello iba viento en popa.
Y, así subiendo y bajando,
La idea se fue forjando,
Al observar a la tropa,
Que la cosa iba muy bien.
Y se pasó largo rato
Husmeando como un gato,
Lo que sería su edén.
Tanto, tanto de movió
Para arriba y para abajo,
Que el cuerpo hizo su trabajo
Y, de repente avisó,
Que iba llena la vejiga,
Y le pedía orinar.
Pero después de mirar
Que allí sólo había vigas,
Y para colmo de males,
Ya no existía el retrete,
Se vio metida en un brete
De consecuencias fatales.
Y viéndose rodeada
Por tantísimo gentío,
Pensó en hacerse el avío
Por las hierbas amparada.
Y, saliendo a la trasera,
Y mirando alrededor,
Se agachó con gran pudor,
Y se puso a la tarea.
Pero aquel no era su día,
Y asustada comprobó
Que, un obrero que salió,
Hacia allí se dirigía.
Y nerviosa como estaba,
Se limpió “aquello de abajo”
Arrancando unos hierbajos
De los pocos que quedaban.
Y luego se arrepintió
Porque vio despavorida
Que se limpió con ortigas
“Aquello que Dios le dió”.
Se compuso como pudo
Y se incorporó al momento,
Pero, con el movimiento,
El picor fue más agudo.
Trató de disimular,
Volvió de nuevo a la casa,
Pero aquello era una brasa
Y se tuvo que marchar.
Para cuando llegó al piso,
Aquello ya era un tormento
Y es que con el rozamiento
Aquello tenía visos
De terminar en tragedia,
Y corriendo hacia el bidé,
Y después de algún traspiés,
Se liberó de las medias,
Del culero y del vestido,
Y mirándose al espejo,
Observó que su “conejo”,
Estaba, más bien, henchido
Estaba rojo e hinchado
Como el culo de un mandil.
Probó con el “Vagisil”
Y no le dio resultado.
Probó con el secador,
Lo tuvo un rato a remojo,
Se lo lavó con hinojo,
Mas, no se le fue el picor.
Y cuando llegó el marido,
Y le enseñó el “fifiliki”
Cual la nariz de Miliki,
Le dejó todo aturdido.
Y ahorró la protagonista
Las jaquecas y pamemas,
Por una vez, el problema
Estaba claro, a la vista.
Y ahora cuando comenta
El caso con las amigas,
Se acuerda de las ortigas
Y se ríe muy contenta.
Junio de 2016
Jose Cruz Sainz Alvarez