Cuando se camina por las calles
podemos distinguir entre el negro y el blanco
y es casi habitual estar bajo una luz anaranjada
que se convierte en piel tostada y sudorosa.
En medio de la distancia, como una caja de sorpresa,
salta una luz violeta que me dice: amiga!
Y en ese destello, la blancura de la alegría
y en la humildad , sin color,
el abrazo que va recorriendo todos los pueblos.