Después del amor,
tomaste el bolso y
saliste sin decir adiós.
Me quedé en la cama,
no abrí los ojos,
tiré el reloj,
se fue el gato,
voló el blanco mirlo y
marchitaronse las oquìdeas
y las camelias.
Afuera el viento ronca
pero apenas lo percibo.
Ahora no sé si es día o noche,
enero o diciembre,
verano o primavera,
si aùn vivo o ya he muerto.
No sé.
Lo único cierto es
este idílico perfume enredado
en la sàbana.