Saliendo de la estación del tren,
mi mente por las nubes volando,
escribiendo utópicos poemas,
que entre la luna y las estrellas
voy buscando.
En mi despiste, tropiezo y casi caigo,
mirando al piso quedé petrificada,
se me hizo añicos el corazón
al ver que con lo que tropezaba......
era con un colchón
En el dormian tres angelitos
bien acurrucaditos contra el frio,
mientras la madre, en un jarrito,
calentaba leche para alimentarlos.
Se paró presto la señora,
_perdón, me dijo, yo se que estorba,
pero este lugar tiene un techo.
Muda, mareada por la visión del hecho,
me senté en un escalon.... desbordada
al verme de tanta miseria rodeada.
Sin saber que hacer ni que decirle
acaricié las pequeñas cabecitas,
con el corazón roto y el alma ultrajada,
a Dios le pedí que sean benditas.
-No tenemos donde ir señora,
vinimos de los montes del norte.....
Me quedé un rato tomando mate
y ella contándome su historia
y mostrándome la plaza.... de remate,
con decenas de personas ahi durmiendo.
Luego me despido deseándole suerte,
porque ya las lágrimas no podia reprimir,
caminé unos metros, siempre llorando
y grite muy fuerte *QUE LE PASÒ A MI PAIS*.
La gente que pasaba me miraba,
como quien mira a una loca,
claro, no miran a su alrededor,
la miseria no los toca.
Maria Hodunok.