Y de nuevo se adueña de mí esa terrible sensación que siento cada vez que su aroma inunda el espacio con sabor y felicidad.
Todos mis sentidos despiertan cuando veo en sus ojos un destello de aceptación y seguridad que no experimento con nadie más.
No quiero ir a otro lado sin su compañía, pues él es la isla donde quiero naufragar. Quedar atrapada entre las olas, el mar y la libertad que sus pensamientos me ofrecen.
Sus palabras cautivan mi alma. Me enamora inconscientemente, pero yo lo amo en completa cabalidad.
El universo somos nosotros. Desaparece el mundo. No hay destrucción ni felicidad ajena que interrumpa nuestro momento. Tan solo dura unos cuantos minutos pero me son suficientes para escribir libros en su nombre.
Produce en mí el mal del amor. Esa enfermedad de la que tanto huyo recorre mis venas cuando su aliento choca contra mi piel.
El corazón me traiciona. No me permite que yo lo dirija hacia la verdad. El prefiere ilusionarse para después llorar el desencanto.
Su sonrisa delata sus sentimientos. Agentes expertos en ocultarme lo que realmente siente. Puedo leer la confusión de su amor. Atrapado en el perfil de perfección que el mismo se creó.
Lo entiendo.
Es imposible que viole sus propias leyes, así como es de imposible que yo empequeñezca lo que siento por él.