En el bloque de pisos de la soledad
no fui más que un inquilino,
que un parásito banal.
En el transatlántico de la desolación,
no fui más que ave de paso,
no fui más que un polizón.
En la autopista de las almas perdidas,
no fui más que un kamikaze,
no fui más que un suicida.
En el centro penitenciario del tedio,
no fui más que un fugitivo,
no fui más que mi remedio.
En el recinto ferial de tu cobijo,
no soy más que un ciudadano
que se aferra a tus manos
al descubrir tus entresijos.