Arde el horizonte, con la tenue caricia de una nube
que se mece juguetona entre montes y veredas;
desde lo más alto de la montaña
se descachimba el aullido de la muerte
que se precipita por la cañada
para venir a jugar a la ronda
en la puertas del anochecer
El frio de la culpa azota cruelmente
la indiferencia que enmugrece mi rostro;
y el remordimiento amenaza ser mortaja,
alzo la extensión de mis excusas
y las clavo en el marco de la puerta
donde burla cada certero golpe
que el karma viene a acertar
Apuro la infusión
que con sangre obrera
me ha preparado el patrón;
mientras me masturbo
con poemas y cuentos de amor
que me abren dimensiones de color
que la pluma no conoce,
pero son fruto amargo
de la imaginación
¡Pero sobre todo!
huyo de las voces amargas
que claman por las utopías
paz, justicia y libertad,
¡alejen de mi la igualdad!
no puedo arriesgar mi traje a ensuciar
¡callen los gritos ahogados!
que provienen del albañal
Traigan Champagne,
suban los volúmenes,
¡vamos a danzar!
y ustedes voces, que derrapan
por las murallas de mi Jericó,
recuerden que la paciencia
es virtud que se les enseñara…
¡su tiempo se va a llegar!