I
De algún lugar de Castilla, fue la villa,
a la orilla de algún río,
un atardecer sombrío,
hacia mediados de Octubre,
de los senos, cumbres, ubres de la vida,
mamaba quien hoy en día
es el guardián de su alteza,
católica majestad,
de la península ibérica.
Su espada tiene labrada
una rosa en plata opaca,
cruz de alpaca sobre el pecho
con la sombra de su barba.
II
Carga amarga caballero
sólo un juego de palabras
tan frías como macabras
quebradizas como el hielo.
Un poco de vino bueno
quiere dormir la conciencia…
es la peor penitencia
que Dios puso en nuestro cuerpo.
Un error, tan sólo uno,
el humo de vieja hoguera,
¡calla el lamento hechicera
que se desangra a los gritos!
Es su amor, que despacito
se elevó hacia las estrellas.
III
El nunca pudo flanquear
oscuro y profundo abismo,
blanco corcel lo guiaba
a liberarse a si mismo.
Son de barro los guijarros
que marcaron el camino,
no es la noche, no es el frío,
no es la huella de serpiente,
no es la brasa más caliente,
no es el olor a cebada...
hay una mancha en el aire
gallardo sobre tu espalda
.
Gira, escudo esgrimido,
esculpido en pose de batalla,
no hay sombras en la muralla
ni malla sobre los brazos,
de su caballo los vasos
quizás enciendan la mecha.
Quieto, atento, sin respiro,
sus ojos son una flecha
hecha de sangre y olvido,
de recuerdos y esperanzas,
en su espalda una lanza,
punto final, su destino.
IV
No hay vino que embriague al alma
ni calma que duerma al grito,
la traición fue como un rito,
torbellino en sangre mora,
sobre el suelo de esta tierra,
en guerra, España llora.
Seguirán girando los molinos
y los trinos se harán eco del viento,
el alma, se eleva hacia los cielos,
entre celos de rimas olvidadas
mancillada fue la honra del jinete
que arremete con su sangre entre las vallas.
Calma junto al último respiro frío,
todo duerme, descansa la villa,
calma, el alma se arranca de la carne,
muere la noche, en suelo de Castilla.