Cada día que amanece
creo mirar en la aurora
tu sonrisa que enamora,
tu mirada que enternece
que me hace añorar momentos
que me he perdido a tu lado,
y se siente anonadado
mi corazón que te adora
y que con fervor te implora
lo ames como él te ha amado.
En una tarde apacible
que escucho trinar un mirlo,
en cuanto comienzo a oírlo
me pregunto si es posible
que tu voz haya robado,
pue con su alado trinar
el alma pone a soñar
con tu tono inconfundible
tan armonioso y sensible
que dan ganas de cantar.
Y si en la noche estrellada
la luna miro en la fuente
tu rostro resplandeciente
en ella está reflejada,
al ver la luz que destella
dan ganas de acariciarla,
dan deseos de besarla
con una pasión brutal
que despierte el gran caudal
de pasión, para adorarla.
Si recorro la llanura
a paso lento camino,
contemplando lo divino
de lo bello de Natura;
me recuerda la belleza
de tu piel de filigrana,
de tu cuerpo de obsidiana
que lo hace mecer el viento
con pausado movimiento
como a la palma africana.
Estás a mi tan unida
como la flor al manzano,
como el sol con el verano,
como la sangre a la vida,
que es díficil te separes,
porque no podrás dejarme
te quedará solo amarme
con gran pasión desmedida,
no tendrás otra salida
solo tu amor entregarme.
YO lo mismo debo hacer,
nuestro destino es unirnos,
en uno solo fundirnos
para feliz poder ser,
nadie podrá separar
este mágnifico amor,
soy el tallo, tu eres flor,
que juntos deben crecer,
unidos hemos de hacer
nuestro mundo de esplendor.
Autor: Aníbal Rodríguez