Espérame en el umbral
inexplicable de la penumbra,
desafiando las madrugadas.
Aspirando el cigarrillo
interminable de la noche,
bocanada a bocanada del insomnio.
Quédate aquí:
solitario cuerpo del guerrero,
donde la noche continua
poro a poro de tu sed sobre mi piel:
¡Roja avidez del aire!
Soy la presa continua de tus ansias…
Ven, recorre la noche sobre mi cuerpo,
pájaro sediento que fue sombras…
Y luego, inocencia tardía,
emerge tu nombre tan altivo y azul,
que persisto mujer
tatuando tus lejanías.
Ven con tu sed casi invencible,
doblegador de mares,
marea furtiva entre mi boca.
¡Ah, culpable soy yo!
Con este cáliz cincelado por mis manos,
inagotable de incendios.
Con este andar de estrella inevitable,
merodeo tu piel ciega de lumbre,
buscando entre el silencio ambiguo
deseosa, los lunares de tu alma.