Dicen que segundos antes de morir
se derrumba lentamente ante nuestro ojos
una impalpable lluvia de blancas plumas,
cuyo fondo proyecta una vida de enojos,
penas, llantos... alegrías como ninguna
otra. Un segundo deja los ojos vidriosos
y transforma cada minuto, hora, cada día,
cada instante triste que parecía eterno
en una felíz o pesarosa vida...
Dediqué mi vida a lo material,
ignoré a las personas
con quienes más tiempo compartí...
preferí el dinero antes que amar,
fingiendo disfrutar de cosas
que hasta ahora no entendí...
Ahora todo parece tan solitario,
triste, oscuro y sin sentido.
ante mis ojos sólo yace una
lluvia blanca...
carente de momentos vivídos...
Ahora, y sólo ahora lo entiendo:
nunca he tenido algo porque vivir,
y aún así, lo he perdido...
Sé que seguramente no he muerto,
porque sé, que para morir
tengo que haber vivído...