Pequeña tonta y maravillosa mujer. Ahora te vas queriendo crucificarme, cuando dentro mis sueños siempre todos, fueron sublimes conversaciones con mi Diosito y al igual que en ellas las pensé para ti.
Ahora entiendo, que tu alma no fue confeccionada para la mía.
Más mis horas para contigo siempre idealizándote con devoción y nunca por equivocación, y contrario, no estaría ahora sintiéndome en el desamparo, ni herido, enjugando lágrimas con las propias letras de mi destrucción.
Ahora vuelo solo en mi memoria, entre parvadas de desamores, de tu filosa y pétrea mirada. Embriagándome en el dolor y en la mezquindad por tu desdén, pues aunque entre tus prohibiciones, siempre te amé, como creo nadie lo podrá hacer nunca. Y perdón, pero creo te seguiré amando por siempre.
¿Amigos para qué? Sería tanto como pensar que, algún día el mar se pudiese secar.
Nunca te tomaste el tiempo de voltear al cielo, para ver todo lo que ahí con toda mi alma yo te entregaba. Mientras yo quería escribir nuestra historia en cada estrella. Entonces comprendo que nunca fuimos el uno para el otro. Aunque irreales todas tus promesas y no sé si me usaste. En este final te digo gracias por todas ellas. Y hoy me queda claro que ya no buscaré más tus besos, pero confieso que viviré enamorado de ti… hasta toda una eternidad.
Bendiciones hermoso ángel.
EN UN ADIÓS QUE QUIZÁ Y NOS VOLVERÁ A JUNTAR EN OTRA DIMENSIÓN.
Francisco Solano Castañeda.
12-VI-16.