En la mar profunda de heladas aguas
se encuentra una pequeña y bonita isla
rodeada de bellos arrecifes y llena de vida.
El verdor de sus laderas enmudece el habla.
El sonido de las olas, cuando dan a ella,
tranquiliza el alma, y al espíritu sosiega.
Y aún sin ser, las más altas sus palmeras,
supone su paisaje un gozo para la vista.
Sus formas son perfectas, y perfectas sus arenas,
que baña el sol de oro ante el ojo del artista.
Ríos de agua mansa, agua clara, pura y limpia,
surcos cristalinos de agua helada en sus cuencas.
En su centro, hacia el cielo, crece una montaña
en cuya cumbre pude verse una mágica aurora
cuando, en las últimas horas de la noche,
al llegar el alba,
ilumina un rayo la más bella rosa.