Lo viste,
estaba parado frente a ti.
Con sus manos sucias
se sostenía a través del fino vidrio.
Lo típico que se ve
en esta mugrienta ciudad,
en los famosos Restaurantes.
Lo miraste,
pero lo ignoraste.
Le diste la espalda,
agachaste los ojos
escondiste tu rostro
y solo pensaste en ti.
Alejaste a tus hijos
para que no se acercaran.
Te miró
Te pidió
Te señaló lo que quería
y lo seguiste ignorando.
¿Te dio miedo?
¿A qué?
A su mal olor
A su inmundicia
A sus manos pálidas y sucias
A su delgadez
o al resistol que inhalaba dentro de una cajita.
No dejaste que tus hijos se le acercaran.
¿Saben tus hijos quiénes son?
o te da vergüenza mencionarlo.
No te podrás liberar de ellos,
son muchos
están en todos lados,
unos viven bajo los puentes
otros en los parques
unos duermen en las aceras
otros los vemos en las esquinas de las calles.
Son granos de arena perdidos en el desierto
pequeñas mentes distantes de ojos perdidos
diminutos cadáveres ambulantes de la sociedad.
¿A qué le temes?
a que te toquen y te contagien
o, te dan asco y quieres golpearlos.
¿A qué le tienes miedo?
si solo te piden que le regales las sobras de tu comida.