La flecha que me lanzaste
justo vino a darme en la otra flecha
porque así como un clavo saca otro clavo
al desamor sólo puede expulsarlo el desamor
Tú no estabas anclada en mi playa
y mucho menos atada con cadenas
Tampoco yo he sido un velero varado
porque siempre he tenido libertad
para ir con el viento
a donde éste y yo queramos llegar
Esa vieja herida,
que aún sangraba,
silenciosamente,
viniste a tiempo:
¡a hurgarla!
porque apenas había sido
levemente restañada
y ahora como un robusto surtidor
fluye copiosamente.
Este dolor,
voy a confesártelo:
¡mucho me atormenta! ...
Es incómodo, sí,
pero tiene que dolerme
Era apenas un díscolo infante
y ya escuchaba por ahí
que en todo proceso está incurso el dolor
porque al ser alumbrados
una mujer se despedaza en luna
para hacernos viables sobre la cuna.
En cuanto a ti,
yo pienso:
¡tenías que elegir! ...
y renunciando a mí
remontaste el vuelo
no sé hacia dónde...
tras la verdadera felicidad,
¡eso es lo que apenas creo!
porque, además, te asistía tu derecho
Todos vamos al acecho de la felicidad
que es un rédito del amor verdadero
¿y acaso existe --me pregunto--- el amor verdadero?
¡Sí, existe, para quien de buena fe, lo crea!...
así, tan sólo, se esté engañando a sí mismo,
poseyendo un hilo de Ariadna
asegurándolo por su punta
para hallar igual que Teseo
al temido y pérfido Minotauro
que le ha perseguido inclemente
a través del laberinto
De paso, yo, estaré asido,
a los dos extremos de mi propio hilo:
partiendo del corazón
hasta recorrerme íntegro
para llegar a las propias antípodas
donde hallaré la punta de mi razón
y poder gritar por fin y sin temores:
¡Soy Libre!
¡Soy Feliz!
JAIME IGNACIO JARAMILLO CORRALES
Condorandino