Durante largos años
estuvimos ausentes el uno del otro
no sabíamos siquiera
de nuestra existencia.
Tu habitabas una tierra
árida y solitaria.
Yo volaba en un cielo gris
que siempre amenazaba tormenta.
Dos desconocidos
condenados a encontrarse; bendita condena
Tus palabras como alas de paloma,
puras y blancas,
planeaban por mi cielo.
Tus ojos llamaron a la puerta.
Abrí de par en par y te miré.
El roce de las pupilas la hicieron saltar.
Una chispa bastó
para encender tanto fuego
Mientras las llamas devoraban el colchón
el amanecer acunaba la noche
Una noche de vino y rosas.
Recuerdo que yo puse el vino ...
tú, los pétalos de rosas.