GRISANTINAS
I
Porque el cielo llueva se sigue esperando
en anónimos cantos, sones de esperanza
y postrados mustios, solemnes rogando
en oraciones de fe, haciendo labranza.
Ni brumas, ni estelas de aire se tienen
no en casualidad, ni en franca desidia
en surcos y arados yace así la ansía
de segar las mieses, viven y mantienen.
Si hay día, si hay noche, no importa.
Si importa la vida, vida de existencia
do el vasto alimento sea la presencia
y que a parabienes a todos exhorta.
Escarban las larvas un suelo de agores
a esperar absortas señales de un Dios
y cuando llueva el cielo, en una sola voz
florarán los siembros en verdes albores.
Mieles y venturas desharán desdichas
que en espíritus yertos juntas adolecen
herbajes y granos, que juntos se crecen
bendiciendo al cielo, cosechas y dichas.
II
De nada las prisas, desierto pensar
dunas tras dunas hasta el cansancio
y hiere el cansancio de tanto pasar
y las nubes pasan y van cambiando…
de blancas a grises y luego celajes.
En los bosques orquídeas colgando
muchas las flores en sus bellos trajes
y cuantos los trinos de aves se oyen.
Hay un tararear que en nada se oye
el de una enseña que siempre aconseja,
en tanto, el imberbe aconsejarse no deja
y un gesto de pasmo así que demole.
En limbo palabras se vuelven triviales
se sueltan de voz y anudan al oír
silentes se quedan, se disipan al fluir.
De nada el intento, vacíos pesares.
III
Bien pasan danzantes ortigas en gala
y el alma muriente en pleno delirio
sus penas adustas y velo un martirio
es noche sin alas, más noticia mala.
Planean ronrones al filo de luces
cortan hormigones bordes de las hojas
-al vaivén del péndulo la frente se abroja-
no hay bálsamo, -si coronas y cruces-.
Gotean las lágrimas de duelos hirientes
los gatos deambulan y no se conduelen
y en el camposanto los sotos que crecen
a vista de amigos y de tristes dolientes.
La tarde se postra y él dormir no quiere
vela y vela un tanto y en otro accede
a cerrar los ojos, pretende y no puede
se cierra el ojo de aquel que ya muere.
IV
Humea el humor, longevo que espera
elevando el humazo de ausente cigarro
de uno que en vida, mustió su desbarro
gruños, albedríos, pensante se yerra.
Se amasan los días en formas difusas
aletean las horas en su agua salobre
van venciendo al rico así como al pobre
son leyes muy claras y nada confusas.
Aturden las ramas de un árbol tejido
matracan gorgojos su tronco sonoro
y así carcomiendo uno que otro poro
y alto en su cabeza grisea el ejido.
Gotas y aluviones y un frío malsano
enreda en la tundra el pie una hiedra
recubren sus años entorno una piedra
y llega el angustio de un grito lejano.
V
Llora el tiempo y gime, llora decantado
y en su llorar un cuerpo a su compás
resiste el agravio de su vida que atrás
un silencio verde, su himno cantaba.
Un río de caminos y bordes lanificados
cruzan entre sí y a la vez se desgranan
y a las ganas de vivir, ¡qué malganan!
agobios; riñones y huesos diezmados.
Afuera hay ladrones que burlando bardas
roban lo ganado a sudor y a lágrima
¿y por qué dejas que te roben cuerpo
tu ritmo y tus días?¿por qué acobardas?
Los lampos de luces van lanzando flechas
dejando una luz que un día se apaga
y su impronta circula y blande una daga
mostrando en su filo cruel. Final fecha.
Lebusla
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