Talo temprano el hachero,
el árbol del cual soy rama,
dejándome en el invierno
desnudo sobre la helada,
para que mueran mis sueños,
andando, tras la majada,
me dijo un día mi viejo,
sangrando por sus palabras.
Por eso quiero que al rancho,
lo abandone en la mañana,
no sea que robe el tiempo,
el vuelo, que ansían sus alas.
No mire atrás al marcharse,
ande usted, como si nada,
sin ni un temor a la noche,
que ella anuncia madrugadas.
Me despidieron sus manos,
que me abrazaban el alma,
y lágrimas en sus ojos,
dijeron, lo que él callaba.
Al rancho volví doctor,
cuando su luz se apagaba
para escuchar de sus labios,
...hoy tu madre me reclama...
Salí despacio del rancho,
y el patio cruce en silencio
hacia el cerco de las cabras,
abrí su puerta y al monte,
sin detenerse en la aguada,
apresurando sus pasos
marcharon, como si nada.
Alce los ojos al cielo
y vi a Dios en su morada
contemplar como mi padre
le daba un beso, a su amada.