Después De Todo
Cada vez que vienes a mí, me encuentro distraído;
me sorprendes, sí, pero acepto estar contigo...
¡Oh, Dolor de un pasado largo, ¡irremediablemente consumado!,
¡cuántas veces a tu lado, anduve los caminos!
No sólo romances que frustró el error
(¡siempre es lo mismo, lucho por conquistar un amor,
para arruinarlo luego con mis miedos y con mis egoísmos!)
También están las distancias, que se estiran
como al influjo de una oculta magia,
y se prolonga la irremisible angustia...
y sigue sin cortarse la cadena de plata.
“¿Ser o no ser?”... las místicas preguntas del pasado
se han trocado en el irreverente presente, por carnales
especulaciones de supervivencia (comer... dormir... beber...)
¡No se puede no ser algo!, siempre se es...
aunque sea la negación de algo... o un recuerdo;
es un absurdo la existencia de la nada,
y en esto no tiene que ver el que nos guste
o entendamos, podamos explicarlo... o lo ignoremos.
Toda la vida es la prolongación del dolor del nacimiento
(sólo que algunas pausas la complican)
para finalmente padecer la agonía final de la vejez.
¿Y qué de los hijos, si se van siempre después
a recorrer también el ciclo que los lleva al mismo abismo?;
si lo hubiera sabido antes ¡no habría nunca
plantado árboles ni escrito libros!
Pero ya es tarde, ya subí a la calesita,
ya me dirijo a dónde todos van... al mismo sitio.
Y ahora... no te vayas, Dolor, sigamos conversando un poco más,
¡son tan pocos los amigos que me entienden!
y, uno u otro, después de todo... ¡lo mismo da!