Era un hombre sencillo
que gustaba...
de complicar la realidad,
la suya... y la ajena,
cantaba...
cuando todos tosían,
gustaba de callar...
cuando las musas hablaban,
saltaba locamente
entre el peso desgastado
de su desventurada historia.
Era un hombre sencillo
ausente... y solitario
siempre desprovisto
de razón,
como una triste
y desmotivada noria
en el ángulo oscuro
de la tarde...
de un domingo sin frontera,
y entre ídolos de barro
sembraba, araba y regaba
las acequias de su vida,
con el triste sudor ajado...
de sus desvencijados labios,
era solamente...
un hombre sencillo
de divinizado barro,
entre ídolos...
en clara metamorfosis
desnudados de ambición.