Oír tu voz para mi es un conjuro,
y paso de ser durmiente a despertarme,
y de estar escondido a asomarme,
al banco donde respiro tu aire el más puro.
Si no escucho tu voz ni los pájaros me consuelan,
ni siquiera la lluvia es una esperanza,
sin tu presencia nada se alcanza,
tu dolor es mi dolor, aunque a otros no le duelan.
De repente rompiendo el silencio cantó
un pájaro que creía dormido,
y la mañana gris cobró vida.
Ni la máquina infernal mató
el canto rénacido,
que acaricia mi oído, en cuanto se lo pida.