El álamo se disuelve
al trasluz de la tarde.
Una inmaculada luz celeste
lo envuelve y lo acecha.
Sus ramas desgajadas
y reverdecidas,
sucumben lentamente
ante los rigores de la pradera,
del otoño... que lo excita.
En sus desgarbadas hojas de armiño
el triste arroyo que lo anuda
se deshace... en su pureza,
Noviembre se deshila hilo a hilo,
y entre acordes
melancólicamente derramados,
el álamo de fuego
herido de azul...
impúdicamente nos seduce,
en el invierno deslucido,
de sus aguas de diamante...
y cristal... ajado y triste.