Samuel Santana

El olor de los sueños

Estamos tan ciegos

Que a cada instante ocurren milagros

Y no los vemos

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Estamos tan sordos

Que a cada instante Dios habla

Y no escuchamos

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Todo cuanto miramos

no está delante:

dentro de nosotros

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¡Qué hermoso!

dormí, pero el sol siguió avanzando

para encontrarse conmigo al despertar

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Entre todos los devotos

el sincero es el santo

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Mientras la lluvia cae

Bajo las alas de la madre

Se guarecen los polluelos

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Vacío inmenso

Cuando le dijeron que la madre

Había muerto

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Después de la muerte

Sigue aún viva en el corazón

La imagen de su madre

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Blancas camelias

Como el corazón de la madre

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Madre mía,

hoy que soy padre entiendo tu angustia

cuando en casa no había pan

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Por el arroyo canta un carrao

Suena un disparo

Silencio

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Sopla el viento

Danzan ramas y

Contra el suelo se estrellan manzanas

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El lugar donde el poeta nació:

maleza, escombros y

trastos rotos

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Como te recuerdo, madre,

Tu triste mirada ante el fogón apagado.

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Del jardín de mi madre

Solo una flor pervive

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Sí, has herido, abandonado y despreciado

Sin embargo, aun te aman

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¿Es así como quieres ser hermano?

Hiriendo e implorando perdón.

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Con tanta miseria

¿Qué doncella pretenderá?

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Ah la tierra

Se tiende ante el hombre como alfombra

Luego se lo traga

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A ustedes nadie las quiere.

Más sin embargo, sigan su búsqueda,

horrendas cucarachas de la noche.

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Escondida entre las hojas,

Oídos bien aguzados,

Espera al ratón la serpiente

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Sentados en los bancos,

cantando y orando,

todos son santos

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Ya que se durmió el gato

¡Diviértanse ratones!

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Escucha esa hermosa melodía.

Canto de madre.

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El reloj del final avanza

Y el árbol de mi ataúd crece

¿Con qué tiempo cuento?