Nunca fue la mujer mas adorable
mas la quise de forma indescriptible,
en su voz se escuchaba lo inefable
del arpegio que lleva lo intangible.
Su mirada tenía aquella calma
que ilumina con luz tan clara y pura,
y sus rayos quedaban en el alma
como fuente de amor y de ternura.
Nunca tuve mis manos en su pelo
mas la seda de sus rizos la sentía
los besaba en mi largo desconsuelo
con mi insomnio repleto de agonía.
Nunca puse mis labios en su boca
mas libaba su mágica ambrosía,
despertaba pasión tan fuerte y loca
que llenaba mis horas de alegría.
En mis sueños mas tristes y lejanos
la miraba desnuda y complaciente,
disfrutaba sus senos tan lozanos
y volaban ensueños de mi mente.
Dibujé con mis versos su figura
y soñé con tenerla en cada día,
fue vestal en mis noches de locura
con la copa que nunca me ofrecía.
Es por eso que siempre pienso en ella
como sueña el bebé con quien lo acuna,
como sueña el poeta con la estrella,
y es recuerdo bañado por la luna.
Autor: Aníbal Rodríguez.